Cuando rajés los tamangos... 






... buscando ese mango que te haga morfar, decía Discepolín. En nuestro caso rajábamos los tamangos, o las zapatillas, para hacer la revista. La forma de bancarla, como en todas las revistas subtes, era la venta mano en mano, para recuperar el costo y sacar el próximo número. 


En un viejo cuaderno Laprida tapa dura roja que conservo de esos tiempos, veo una lista de compradores de la revista. Hay estudiantes de varios colegios secundarios de Quilmes, Bernal, Don Bosco, el Cruce Varela, Berazategui, Avellaneda y Lanús. Hay unos cuantos de la Escuela de Bellas Artes de Quilmes, estudiantes de teatro y algunos universitarios. También los músicos de distintos grupos musicales de Quilmes y aledaños: Creencias, Carlos Pazos, Epitafio, Asteroide, La Bolsa, Hoy, Fugaz. 


Además de ofrecerla a todos nuestros conocidos, intentábamos venderla en recitales y otras reuniones. Otro ingreso era la publicidad, el mangazo a negocios conocidos o no tanto. Pero en esto los resultados no eran muy exitosos que digamos. La librería El Monje, la imprenta Quipu y la sastrería Olimpo fueron los más constantes, se mantuvieron fieles los primeros 5 números. También utilizamos como recurso la suscripción por seis números.


Testimonio de algunas de estas cosas son unos viejos papeles salvados del naufragio en los que reconozco la letra de Silvio Winderbaum, que reproduzco abajo.